El espejo le decía
que sus ojos resplandecían
como el fuego ardiente
en mitad de la noche.
Que sus mejillas
tenían el color de la amapola.
Que sus labios
albergaban sonrisas en besos.
Y que sus cabellos
anhelaban caricias.
que sus ojos resplandecían
como el fuego ardiente
en mitad de la noche.
Que sus mejillas
tenían el color de la amapola.
Que sus labios
albergaban sonrisas en besos.
Y que sus cabellos
anhelaban caricias.
El espejo le decía,
que la mujer de antaño ya regresó
para mirarse en él…
y dejar de ser, ése mero reflejo
gélido y anónimo.
Y ese velo que se balanceaba sobre su rostro,
perdió su textura, desvaneciéndose
en humareda traslúcida, en neblina al amanecer.
*
8 comentarios:
El renacimiento, la liberación de la crisálida, la transformación.
¡Cuánto puede cegarnos un leve velo!
Muy bien captado el momento, el sentimiento, la victoria del yo, la batalla ganada por la madurez y la seguridad en una misma.
Besos,
Anabel, la Cuentista
.. pues me haces pensar que un velo perdido, una claridad más alcanzada..
.. me gustó tu forma de escribirlo..
.. besitos, Ynarud..
A veces el espejo miente, sabinescamente miente hasta cuando dice la verdad. Otras sólo es la ayuda para comprobar que los velos se pierden y uno ya no es lo de antes. Saludos.
Casi más que al velo me llea al espejo..., muy buenas imágenes.
Un besazo.
Entre el velo y el espejo debe andar la verdad.
Besos.
Vio la luz con el sol de la mañana.
Besitos :-)
... si tu reflejo ya no es el que era, si no te reconoces en el espejo, suele ocurrir como con los vampiros, no existes en realidad ...
un abrazo
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