29 de mayo de 2008

Eutanasia


Sé que la muerte nació conmigo,
y fue mi amiga por poco tiempo.

Se adueño de mi sombra en la niñez de un día,
fría y helada sombra
la que anduvo al acecho de mis días
siendo en mi piel, escarcha.

Pero ahora sé, que jamás prenderá ya mi ser.

Pues en tus ojos vi el reflejo de mi imagen,
y tú, a pesar de…
memorizaste cada molécula de mi existir,
y en el transitar de los días me hiciste inmortal
aun creyendo que morí.

Última caída al vacío
en el más placentero salto
del que fue, mi noble acantilado.
.

9 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Los recuerdos nos hacen inmortales un par de generaciones.

Y luego... nada.

Besos.

Sandra Garrido dijo...

Genial, me has dejao patidifusa. Amos que me ha encantao.

El primer verso me ha dado de lleno

besazos

Catalina Zentner Levin dijo...

Impresionante poema, el placer de la caída está en poder levantarse una y otra vez.

TrasTera dijo...

Muy buen poema, un recorrido hasta a fuerza interior de cada uno. Me ha gustado tu forma de versas. Encantada de pasear por aquí.

Un saludo desde mi balcón.

*elisa*

Fernando dijo...

duerme en ti una suicida, o acabas de subir la montaña?...besos

Estel Julià dijo...

Hay niña,

Siempre hay una vuelta atrás.
Atrás el paso.
No caer.


Un abrazo Bea,





Estel J.

Doncel dijo...

Aunque la muerte es un trance que todo ser humano tenemos que pasar, no me gusta casi nada hablar de ella.
Respeto los poemas que dicen y comentan de la parca, pero soy algo reacio a tocar lo que está predestinado que llegue.
Un beso

Tempus fugit dijo...

La muerte de cada día, al ocaso, nos muestra lo purificadora que puede ser, y a esperarla tranquilamente sentados al borde del precipicio.

besos

AnaR dijo...

El desespero de quien no tiene nada que perder...Impresionante.

Un abrazo