Me acechan las sombras de la noche.
Esas que aparecen tras la luz
que alumbran mis calles.
Y a pesar de los cambios bruscos
en mis andares,
jamás pierden mi rastro,
y son de raza sabueso.
A veces son gigantescas
y aplastan el aire, que apenas ya respiro.
Y jadeo intermitentemente,
como el tic-tac del viejo reloj,
que dormita en el rincón
del tiempo.
*