Devuélveme la vida
de las siempre batallas,
de las sombras y rarezas
de la insistente vida.
Siempre al pie de las batallas:
de la caricia presente, del beso geométrico
y de las arterias pausadas,
del estomago enrarecido, de los ojos de espejo,
de la boca disidente y de
la lengua sedienta,
de la mano altiva en un “basta ya” a la lucha en la
batalla.
Exhausta ya, de los sudores
entre vértices de pieles
anónimas y adioses extraviados.
De los inviernos y veranos,
del aferrarse al despertar de las flores
y al desnudo intransigente de los arboles.
Del desasosiego en la derrota y en la victoria.
Devuélveme la vida, y el deshelar de los corazones.
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